La agricultura es mucho más que una actividad económica. Es también una expresión cultural, una gran generadora de empleos y su desarrollo tiene un carácter estratégico prioritario para la Región. Sin embargo, tal centralidad de la agroalimentación en la estructura económica actual y futura de Ñuble se enfrenta a una realidad binaria, donde es posible advertir dos agriculturas: una que decrece y parece no levantar cabeza y otra que prospera y que precisamente es aquella en que se fundan las proyecciones de desarrollo de la nueva región.
Esta última es la que ha motivado procesos de reconversión de muchos cultivos tradicionales de baja rentabilidad y también una fuerte dosis de manejo tecnológico e inversión en infraestructura de riego, a fin de hacer más eficiente el uso del agua. De hecho, esta agricultura -muy asociada a la expansión de distintas especies frutícolas- es la responsable de que el suelo regado en Ñuble se haya revalorizado significativamente, desplazando también otras actividades, como la ganadería y la producción de forraje, e inhibiendo el avance de las plantaciones forestales.
Sus proyecciones, evidentemente, son positivas, considerando que de la mano de este crecimiento también ha crecido la capacidad de procesamiento, la infra estructura de frío, la superficie con riego tecnificado, la mecanización de faenas y las facilidades para exportar desde la región. La otra cara de esta moneda es la agricultura basada en cultivos tradicionales, en miles de predios pequeños, con problemas para tener agua y riego, baja incorporación de tecnología, enormes brechas de acceso a capital financiero y un notorio envejecimiento de su población, tanto como el desinterés de las nuevas generaciones por el oficio agrícola.
Es precisamente esta agricultura la que ha profundizado el proceso de migración hacia centros urbanos que se viene dando hace décadas. Lamentablemente, la falta de transparencia de algunos mercados agrícolas, con serias asimetrías, ha perjudicado a pequeños productores y se ha convertido en otro desincentivo para el crecimiento de algunos rubros e incluso, han forzado a muchos propietarios a vender sus tierras, principalmente a grandes empresas, tanto agrícolas como forestales.
Paralelamente, las dificultades para acceder a créditos bancarios, las prácticas monopólicas de grandes empresas y una falta de visión de Estado por parte de los gobiernos en temas clave como el riego, el financia miento y la innovación, han mermado sus posibilidades de crecimiento.
Como se ve, el desafío para Ñuble es enorme, pues la visión estratégica que hoy podemos tener sobre nuestra vocación agroalimentaria quedará truncada si no mejoran las condiciones para el desarrollo de las dos agriculturas, pero sobre todo la campesina y tradicional, que permita ingresos más dignos en las zonas rurales, así como también un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes. De nada servirá tener una estrategia de desarrollo basada en la agroindustria exportadora, si en los campos de la nueva región los ingresos apenas alcanzan para costear la canasta básica del supermercado.|