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Habitar la república

Desafortunadamente, la conducción política se está empinando por el sinuoso y poco fértil camino de las consignas. Una de las más recientes por parte de quienes procuran desmesurados cambios en nuestras bases sociales es “habitar la república”, buscando situar con ello, un modo específico de vivir la ciudadanía.

Uno esperaría que la referencia de esa frase apuntara a comportamientos y costumbres ciudadanas constructivas y benevolentes con la esencia de la Patria, los coterráneos, y nuestra identidad histórica. Sin embargo, esta exclamación grandilocuente está siendo usada únicamente para hiperbolizar un discurso poco sustancial pero que encubre tentaciones poco democráticas, como lo son las iniciativas refundacionales.

La civilización griega en el período de los grandes filósofos consideraba en general, que habitar una polis no era gran cosa. Los extranjeros o los esclavos por ejemplo, podrían habitar una polis, pero no por ello se les concebía como ciudadanos. Estos últimos eran sujetos de derechos y deberes en la conducción social, mientras que quienes no eran ciudadanos, solo participaban de un pequeño margen de acción: se les permitía un conjunto de acciones y se les prohibía muchas otras, acotando de esta forma, su libertad y posibilidad de crecimiento.

Por cierto, el concepto de habitante se ha ido desarrollando en el tiempo, y en la actualidad ha ampliado bastante su concepción semántica. Otto y Susana Dörr en una reciente columna de opinión, abordaron el tema de cómo estamos habitando nuestras ciudades. Apoyaron su reflexión en un trabajo de Martin Heidegger, quien en “Construir, habitar, pensar” explica las raíces etimológicas del significado de construir, concluyendo que esta palabra activa tiene una vinculación esencial con habitar y pensar. Hace unos años, comentando el mismo texto del pensador alemán, el filósofo Jorge Acevedo también destacó la reflexión etimológica que plantea Heidegger, explicando que el modo en que cada uno es, la manera según la cual somos los hombres sobre la Tierra, es el habitar. Ser humano quiere decir habitar. “La vieja palabra bauen [construir] dice que el hombre es en cuanto habita”. Habitar en consecuencia, tiene una profundidad antropológica y ética con dimensiones trascendentes.

Así, para que la expresión política ‘“habitar la república” tuviera sentido entonces, tendría que acentuar las iniciativas y costumbres ciudadanas tendientes a cuidar y mantener con buena vida a la Patria para la proyección de las generaciones futuras. Sin embargo, quienes han usado este tópico lo insertan en discursos que van en una dirección diferente: a refundar el país. A esto es necesario afirmar, que nada más contradictorio resulta invitarnos a habitar la república y al mismo tiempo convocarnos a refundarla. Refundar es deshabitar.

Refundar las bases éticas, culturales y sociales de un país nunca llegará a ser un modo (correcto) de habitar la república, porque ello es, en sí mismo, una acción revolucionaria que implica la fragmentación ciudadana, el abandono de la tradición, y el despojo de los valores y del ethos que dan identidad a un pueblo.

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