El hondo problema humano y social de la violencia ejercida contra la mujer está lamentablemente distribuido en el espacio mundial y arraigado en el tiempo. Aunque las estadísticas puedan dar testimonios desiguales, esta práctica aberrante aparece en países tan diversos como Australia, Estados Unidos, Japón, Irán o Chile.
Ñuble no es ajena a esta situación global. La estadística disponible nos muestra que a diario se reciben tres denuncias por violencia intrafamiliar, donde los responsables fueron hombres con vínculo familiar o afectivo con las víctimas. Sin embargo, son muchas más los que quedan en el silencio impuesto o resignado, ya sea por las amenazas de sus agresores, el chantaje económico o la aceptación cultural del machismo.
Cuadros así se repiten en todo el planeta, lo que ha llevado a Naciones Unidas a proponer el desarraigo del tipo humano adicto a las conductas violentas y promover, en cambio, otros “modelos de masculinidad saludables”.
Este llamado señala indirectamente la influencia adversa que ha tenido la educación tradicional, según modelos culturales que han exaltado la necesidad de que el hombre haga valer su voluntad, aún con la violencia. De ese modo, se estimuló al varón para que marginara o anulara la personalidad femenina.
Varios especialistas han tratado con solvencia la cuestión, en la que ha calificado de “masculinidad tóxica” el supuesto paradigma que ha incidido en la formación de muchas generaciones y ha servido para promover comportamientos autoritarios, agresiones, humillaciones, castigos injustos y una vida sexual sin consideración por la mujer. En todos estas desviaciones y maltratos estuvo presente la errada creencia de que se poseía el derecho de imponerse a la mujer por cualquier medio.
Desterrar una concepción de la personalidad de larga vigencia en la sociedad es un propósito que requiere tiempo y un doble aprendizaje. Por una parte, el hombre debe educarse desde el ámbito doméstico en un respeto por la mujer y sus legítimas aspiraciones. Por otra, la mujer debe ser consciente de la posición que hoy se le reconoce en la sociedad y defender con convicción esos logros. Y para ello, resulta fundamental la información que aliente a las mujeres a prevenir y denunciar, debiendo el Estado y diferentes actores de nuestra comunidad, asumir las responsabilidades que le caben.
En La Discusión así lo entendemos y por eso lanzamos el ciclo de programas radiales y podcast “Diálogos que Salvan”, un proyecto que fue seleccionado por el Fondo de Medios de Comunicación Social, del Ministerio Secretaría General de Gobierno, cuyo objetivo, precisamente, es visibilizar la problemática de la violencia de género en la Región, orientar sobre los protocolos de atención, dar a conocer las instancias y equipos de ayuda a las víctimas que existen en nuestro territorio y contribuir, mediante información y testimonios, a desnaturalizar este tipo de tratos que, en muchos casos, siguen siendo tolerados por buena parte de la sociedad ñublensina, de profunda raigambre machista.