Señor Director:
El escaso bienestar emocional en las comunidades educativas es una de las grandes consecuencias de esta pandemia. El aumento del estrés docente llega a un 85% en un contexto de emergencia sanitaria. Asimismo, 35% de los cuidadores, padres y apoderados, han advertido un deterioro del bienestar psicológico de niños y niñas (Informe “Vida en Pandemia”, Universidad de Chile y UNESCO).
Existe una oportunidad de cambio que es urgente, donde el bienestar, desde la educación socioemocional e intercultural, impacte positivamente en la sociedad. Esto implica abordar el gran dilema de la educación actual: un modelo educativo del siglo XVIII, con metodologías del siglo XIX y necesidades del siglo XXI.
Atingente resulta revisar nuestra propia memoria país, desde la perspectiva de la cosmovisión andina, que propone el bienestar desde el “Buen Vivir” o “Sumak Kawsay”, es decir, la relación que tenemos con nosotros mismos y con el resto de los vínculos que generamos a lo largo de la vida, priorizando la interacción con todos los elementos de la naturaleza, incluido el ser humano. La invitación es a ser parte de una nueva educación, más humana, integral, multidimensional e intercultural, donde la prioridad sea el estudiante como protagonista de su propio aprendizaje, y el docente un facilitador de experiencias transformativas como agente de cambio, que promuevan una cultura del bienestar para los ciudadanos del siglo XXI.
Carolina Albornoz
Directora ejecutiva de Fundación Caserta